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miércoles, 21 de septiembre de 2016

La muerte no sólo es carnal. Para Jorge Luis no lo fue. ¿Porqué? Sigue leyendo.

Centro Educacional Evangélico de Hualpencillo

Hugo Leiva Mora. 4ºMA
Literatura e Identidad





El muerto

[Cuento - Texto completo.]
Jorge Luis Borges

Que un hombre del suburbio de Buenos Aires, que un triste compadrito sin más virtud que la infatuación del coraje, se interne en los desiertos ecuestres de la frontera del Brasil y llegue a capitán de contrabandistas, parece de antemano imposible. A quienes lo entienden así, quiero contarles el destino de Benjamin Otálora, de quien acaso no perdura un recuerdo en el barrio de Balvanera y que murió en su ley, de un balazo, en los confines de Río Grande do Sul. Ignoro los detalles de su aventura; cuando me sean revelados, he de rectificar y ampliar estas páginas. Por ahora, este resumen puede ser útil.
Benjamín Otálora cuenta, hacia 1891, diecinueve años. Es un mocetón de frente mezquina, de sinceros ojos claros, de reciedumbre vasca; una puñalada feliz le ha revelado que es un hombre valiente; no lo inquieta la muerte de su contrario, tampoco la inmediata necesidad de huir de la República. El caudillo de la parroquia le da una carta para un tal Azevedo Bandeira, del Uruguay. Otálora se embarca, la travesía es tormentosa y crujiente; al otro día, vaga por las calles de Montevideo, con inconfesada y tal vez ignorada tristeza. No da con Azevedo Bandeira; hacia la medianoche, en un almacén del Paso del Molino, asiste a un altercado entre unos troperos. Un cuchillo relumbra; Otálora no sabe de qué lado está la razón, pero lo atrae el puro sabor del peligro, como a otros la baraja o la música. Para, en el entrevero, una puñalada baja que un peón le tira a un hombre de galera oscura y de poncho. Éste, después, resulta ser Azevedo Bandeira. (Otálora, al saberlo, rompe la carta, porque prefiere debérselo todo a sí mismo.) Azevedo Bandeira da, aunque fornido, la injustificable impresión de ser contrahecho; en su rostro, siempre demasiado cercano, están el judío, el negro y el indio; en su empaque, el mono y el tigre; la cicatriz que le atraviesa la cara es un adorno más, como el negro bigote cerdoso.
Proyección o error del alcohol, el altercado cesa con la misma rapidez con que se produjo. Otálora bebe con los troperos y luego los acompaña a una farra y luego a un caserón en la Ciudad Vieja, ya con el sol bien alto. En el último patio, que es de tierra, los hombres tienden su recado para dormir. Oscuramente, Otálora compara esa noche con la anterior; ahora ya pisa tierra firme, entre amigos. Lo inquieta algún remordimiento, eso sí, de no extrañar a Buenos Aires. Duerme hasta la oración, cuando lo despierta el paisano que agredió, borracho, a Bandeira. (Otálora recuerda que ese hombre ha compartido con los otros la noche de tumulto y de júbilo y que Bandeira lo sentó a su derecha y lo obligó a seguir bebiendo.) El hombre le dice que el patrón lo manda buscar. En una suerte de escritorio que da al zaguán (Otálora nunca ha visto un zaguán con puertas laterales) está esperándolo Azevedo Bandeira, con una clara y desdeñosa mujer de pelo colorado. Bandeira lo pondera, le ofrece una copa de caña, le repite que le está pareciendo un hombre animoso, le propone ir al Norte con los demás a traer una tropa. Otálora acepta; hacia la madrugada están en camino, rumbo a Tacuarembó.
Empieza entonces para Otálora una vida distinta, una vida de vastos amaneceres y de jornadas que tienen el olor del caballo. Esa vida es nueva para él, y a veces atroz, pero ya está en su sangre, porque lo mismo que los hombres de otras naciones veneran y presienten el mar, así nosotros (también el hombre que entreteje estos símbolos) ansiamos la llanura inagotable que resuena bajo los cascos. Otálora se ha criado en los barrios del carrero y del cuarteador; antes de un año se hace gaucho. Aprende a jinetear, a entropillar la hacienda, a carnear, a manejar el lazo que sujeta y las boleadoras que tumban, a resistir el sueño, las tormentas, las heladas y el sol, a arrear con el silbido y el grito. Sólo una vez, durante ese tiempo de aprendizaje, ve a Azevedo Bandeira, pero lo tiene muy presente, porque ser hombre de Bandeira es ser considerado y temido, y porque, ante cualquier hombrada, los gauchos dicen que Bandeira lo hace mejor. Alguien opina que Bandeira nació del otro lado del Cuareim, en Rio Grande do Sul; eso, que debería rebajarlo, oscuramente lo enriquece de selvas populosas, de ciénagas, de inextricable y casi infinitas distancias. Gradualmente, Otálora entiende que los negocios de Bandeira son múltiples y que el principal es el contrabando. Ser tropero es ser un sirviente; Otálora se propone ascender a contrabandista. Dos de los compañeros, una noche, cruzarán la frontera para volver con unas partidas de caña; Otálora provoca a uno de ellos, lo hiere y toma su lugar. Lo mueve la ambición y también una oscura fidelidad. Que el hombre (piensa) acabe por entender que yo valgo más que todos sus orientales juntos.
Otro año pasa antes que Otálora regrese a Montevideo. Recorren las orillas, la ciudad (que a Otálora le parece muy grande); llegan a casa del patrón; los hombres tienden los recados en el último patio. Pasan los días y Otálora no ha visto a Bandeira. Dicen, con temor, que está enfermo; un moreno suele subir a su dormitorio con la caldera y con el mate. Una tarde, le encomiendan a Otálora esa tarea. Éste se siente vagamente humillado, pero satisfecho también.
El dormitorio es desmantelado y oscuro. Hay un balcón que mira al poniente, hay una larga mesa con un resplandeciente desorden de taleros, de arreadores, de cintos, de armas de fuego y de armas blancas, hay un remoto espejo que tiene la luna empañada. Bandeira yace boca arriba; sueña y se queja; una vehemencia de sol último lo define. El vasto lecho blanco parece disminuirlo y oscurecerlo; Otálora nota las canas, la fatiga, la flojedad, las grietas de los años. Lo subleva que los esté mandando ese viejo. Piensa que un golpe bastaría para dar cuenta de él. En eso, ve en el espejo que alguien ha entrado. Es la mujer de pelo rojo; está a medio vestir y descalza y lo observa con fría curiosidad. Bandeira se incorpora; mientras habla de cosas de la campaña y despacha mate tras mate, sus dedos juegan con las trenzas de la mujer. Al fin, le da licencia a Otálora para irse.
Días después, les llega la orden de ir al Norte. Arriban a una estancia perdida, que está como en cualquier lugar de la interminable llanura. Ni árboles ni un arroyo la alegran, el primer sol y el último la golpean. Hay corrales de piedra para la hacienda, que es guampuda y menesterosa. El Suspiro se llama ese pobre establecimiento.
Otálora oye en rueda de peones que Bandeira no tardará en llegar de Montevideo. Pregunta por qué; alguien aclara que hay un forastero agauchado que está queriendo mandar demasiado. Otálora comprende que es una broma, pero le halaga que esa broma ya sea posible. Averigua, después, que Bandeira se ha enemistado con uno de los jefes políticos y que éste le ha retirado su apoyo. Le gusta esa noticia.
Llegan cajones de armas largas; llegan una jarra y una palangana de plata para el aposento de la mujer; llegan cortinas de intrincado damasco; llega de las cuchillas, una mañana, un jinete sombrío, de barba cerrada y de poncho. Se llama Ulpiano Suárez y es el capanga o guardaespaldas de Azevedo Bandeira. Habla muy poco y de una manera abrasilerada. Otálora no sabe si atribuir su reserva a hostilidad, a desdén o a mera barbarie. Sabe, eso sí, que para el plan que está maquinando tiene que ganar su amistad.
Entra después en el destino de Benjamín Otálora un colorado cabos negros que trae del sur Azevedo Bandeira y que luce apero chapeado y carona con bordes de piel de tigre. Ese caballo liberal es un símbolo de la autoridad del patrón y por eso lo codicia el muchacho, que llega también a desear, con deseo rencoroso, a la mujer de pelo resplandeciente. La mujer, el apero y el colorado son atributos o adjetivos de un hombre que él aspira a destruir.
Aquí la historia se complica y se ahonda. Azevedo Bandeira es diestro en el arte de la intimidación progresiva, en la satánica maniobra de humillar al interlocutor gradualmente, combinando veras y burlas; Otálora resuelve aplicar ese método ambiguo a la dura tarea que se propone. Resuelve suplantar, lentamente, a Azevedo Bandeira. Logra, en jornadas de peligro común, la amistad de Suárez. Le confía su plan; Suárez le promete su ayuda. Muchas cosas van aconteciendo después, de las que sé unas pocas. Otálora no obedece a Bandeira; da en olvidar, en corregir, en invertir sus órdenes. El universo parece conspirar con él y apresura los hechos. Un mediodía, ocurre en campos de Tacuarembó un tiroteo con gente riograndense; Otálora usurpa el lugar de Bandeira y manda a los orientales. Le atraviesa el hombro una bala, pero esa tarde Otálora regresa alSuspiro en el colorado del jefe y esa tarde unas gotas de su sangre manchan la piel de tigre y esa noche duerme con la mujer de pelo reluciente. Otras versiones cambian el orden de estos hechos y niegan que hayan ocurrido en un solo día.
Bandeira, sin embargo, siempre es nominalmente el jefe. Da órdenes que no se ejecutan; Benjamín Otálora no lo toca, por una mezcla de rutina y de lástima.
La última escena de la historia corresponde a la agitación de la última noche de 1894. Esa noche, los hombres del Suspiro comen cordero recién carneado y beben un alcohol pendenciero. Alguien infinitamente rasguea una trabajosa milonga. En la cabecera de la mesa, Otálora, borracho, erige exultación sobre exultación, júbilo sobre júbilo; esa torre de vértigo es un símbolo de su irresistible destino. Bandeira, taciturno entre los que gritan, deja que fluya clamorosa la noche. Cuando las doce campanadas resuenan, se levanta como quien recuerda una obligación. Se levanta y golpea con suavidad a la puerta de la mujer. Ésta le abre en seguida, como si esperara el llamado. Sale a medio vestir y descalza. Con una voz que se afemina y se arrastra, el jefe le ordena:
-Ya que vos y el porteño se quieren tanto, ahora mismo le vas a dar un beso a vista de todos.
Agrega una circunstancia brutal. La mujer quiere resistir, pero dos hombres la han tomado del brazo y la echan sobre Otálora. Arrasada en lágrimas, le besa la cara y el pecho. Ulpiano Suárez ha empuñado el revólver. Otálora comprende, antes de morir, que desde el principio lo han traicionado, que ha sido condenado a muerte, que le han permitido el amor, el mando y el triunfo, porque ya lo daban por muerto, porque para Bandeira ya estaba muerto.
Suárez, casi con desdén, hace fuego.


Fuente: http://ciudadseva.com/texto/el-muerto/

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Contexto de producción



Un cuento basado en hechos verídicos. El protagonista es el mejor y único amigo de Borges. Desde pequeños tenían las mismas aspiraciones. En el cuento se relata la muerte de Benjamín Otálora, el cual no logra cumplir su sueño de ser contrabandista. Al igual, Borges, a la edad de 30  años se le declara para él lo que sería su muerte en su vida, la muerte en la literatura. Él, a causa de un accidente tiene una grave herida en su cabeza, la que años después iría avanzando en la peor forma; la Ceguera total de Jorge Luis Borges, impidiéndole hacer lo que más ama, leer. Ya no podrá dedicarse en forma completa a las letras, en él se produce una muerte interna, la cual, la relaciona con la muerte de su mejor amigo, impidiéndoles realizar sus sueños. 


Más abajo, un esquema que encierra todas estas ideas, y algunas adicionales, que contienen estrechas similitudes entre el protagonista, y el autor.


Biografìa de Jorge Luis Borges

Nació el 24 de agosto de 1899
Bilingüe desde la infancia, aprenderá a leer en inglés antes que en castellano por influencia de su abuela materna de origen inglés.
A la edad de cuatro años ya sabía leer y escribir; a los siete escribe en inglés un resumen de la mitología griega
. En 1921 regresó a su país natal y participó en la fundación de varias publicaciones literarias y filosóficas
Escribió poesía lírica
Trabajó en la Biblioteca Nacional (1938-1947) de la que llegó a ser director (1955-1973).
Nacional, fue miembro de la Academia Argentina de las Letras, recibe el Premio Nacional de Literatura y es reconocido como Doctor Honoris Causa en la Universidad de Cuyo.
Trabajó en la Universidad de Buenos Aires impartiendo clases de Literatura inglesa.
Durante los años 30, a causa de una herida en la cabeza, fue progresivamente perdiendo vista, hasta que quedó totalmente ciego a los 55 años. Una visita al oftalmólogo le confirma lo que para él se convierte en una muerte anticipada: su vista está muy cansada. "Prohibido leer", sentencia el doctor.
Jorge Luis Borges falleció en Ginebra, Suiza, el 14 de junio de 1986 a causa de un cáncer de hígado. Fue enterrado en el Cimetière des Rois. No profesó religión alguna y se declaró en algunas ocasiones como agnóstico y en otras como ateo.



Interpretación del Cuento


Conceptos que te ayudarán a entender el texto:
Gaucho: Vaquero típico Uruguayo.
Contrabandistas: Grupo de personas encargadas de la comercialización ilegal de productos ilegales.
Tropero: Hombre a caballo que cumple diversas funciones específicas en la zona.



Es un cuento corto y sencillo, además de entretenido. Una introducción ideal al mundo de Borges.



 Esta es la historia de Benjamin Otálora, un pobre jóven de Buenos Aires,que termina siendo jefe de contrabandistas por poco tiempo. Con 19 años de edad, le encomiendan llevar una carta a un tal Azevedo Bandeira a Uruguay. Hacia la medianoche, Otálora, que no ha encontrado aún al destinatario en Montevideo, detiene una pelea de troperos ebrios al parar el cuchillo que uno de ellos está por clavar a un hombre de galera oscura y poncho. El hombre resulta ser Azevedo Bandeira; jefe de contrabandistas. Desde ese día, Otálora pasa a ser parte de los hombres de Bandeira. Como tropero, Otálora aprende antes de un año la vida  del gaucho, montar a caballo por interminables valles, dominar lazo y boleadoras, a soportar el calor y las heladas. Pero él desea mas, ser tropero es ser sirviente y aspira ascender a contrabandista. Su primer paso es herir a un compañero y tomar su lugar. Pasado otro año, Otálora debe regresar a Montevideo a la casa del patrón, dónde le indican que debe ser un sirviente para Bandeira, el cual estaba muy enfermo. Otálora siente indiferencia por Bandeira, ya que tiene la oportunidad de conocer a la mujer de pelo rojo que acompaña a éste y aprovecharse de esta situación, para concretar el plan. Días después Otálora es enviado al norte a una estancia lejana llamada El Suspiro, allí se entera de que Bandeira llegará pronto para arreglar cuentas pendientes con el. Primero llegan armas y pertenencias traídos por un capanga o guardaespaldas de Bandeira, cuyo nombre es Ulpiano Suárez. Otálora comprende que el éxito de sus planes depende de ganar la amistad del capanga, y; tras confiarle su plan, Otálora comienza a desobedecer órdenes  de Bandeira, como también, se adueña del ferviente caballo colorado de su jefe y de paso, a su mujer; así que apresura sus planes, usurpa el lugar de Bandeira, monta su caballo y duerme con la mujer. Bandeira silencioso, lo descubre, obliga a la mujer a besar a Otálora y para rematar; el supuesto aliado de Otálora, Ulpiano Suarez, lo mata de un tiro de revólver en sus ojos, provocándole la muerte instantánea.


Identidad Latinoamericana

Este cuento habla principalmente de personajes típicos Uruguayos, tales como, el Gaucho argentino, y los conocidos troperos, los cuales reflejan la identidad Uruguaya y Latinoamericana. Éstos poseen destacadas características culturales de nuestro continente. En el cuento se denota su forma de actuar, sus tradiciones y la forma de comercializar dichos productos ilegales, dando a demostrar sus personalidades y sus diversas actividades. Un texto que demuestra la forma de escribir en Latinoamérica, que da a conocer la pura tradición de sus habitantes. Un autor gloriosamente destacado a nivel internacional, hace resaltar la literatura de Latinoamérica.

Crítica Personal del Cuento

A mí, en lo personal me gustó bastante el cuento, ya que el trasfondo de éste es conmovedor y muy completo. La capacidad de este autor de relacionar su vida, con la de su mejor amigo, es admirable y digna de destacar, el gran manejo de las palabras, y cómo da a conocer una historia, totalmente común, con un lenguaje a otro nivel.

De forma negativa, quiero mencionar, que en primeras instancias, me pareció bastante poco atractivo, ya sea por el tema en sí del cuento. Al leerlo por primera vez, no lo entendí mucho, incluso pensé en cambiar mi elección, pero al ver el gran significado de éste no dude en darlo a conocer a mi clase.